Temazcal para maracas y cinta (1984) de Javier Álvarez

Temazcal para maracas y cinta (1984) de Javier Álvarez

Edwin Tovar Vazquez, maracas

El material instrumental  sonoro con que cuenta la partitura de “Temazcal” se halla configurado por una parte acústica, confiada a las maracas, y otra encomendada a un soporte electrónico, cuyo componente auditivo está integrado usando fundamentalmente el arpa, la guitarra, el pizzicato de contrabajo y los sonidos de los tambores  de bambú. Todo este último grupo de instrumentos se encuentran hábilmente manipulados electrónicamente. 

Javier Álvarez puntualiza en sus notas, concernientes a la interpretación de la obra, una serie de pequeños patrones o esquemas rítmicos, confeccionados por células binarias y ternarias, que, a lo largo de la obra, se configurarán en fórmulas más largas y complejas de gran virtuosismo, yuxtaponiéndose con pasajes del soporte electrónico para crear un heterogéneo calidoscopio  polirrítmico de gran interés. Estos modelos rítmicos peculiares se aprecian generalmente en la mayoría de la música latinoamericana, prácticamente en la región Caribeña, México, Cuba, América Central y las llanuras de Colombia y Venezuela. Precisamente en este último país es en donde las maracas posiblemente tengan un carácter más de solista en la música que en los de su entorno. 

En cuanto al perfil de la maraca como instrumento solista, y que el compositor ha elegido para la realización de esta obra, puede muy bien estar en consonancia con el título de la misma. 

Con un Temascal y sus ceremonias, nos viene a la memoria  los intentos que en la antigüedad se hacían en las sociedades tribales para curar a los enfermos y, que por lo general, solían estar acompañadas por cantos, danzas y pinceladas instrumentales. 

Los shamanes de las tribus indígenas, creen que las dolencias físicas tienen su origen en un espíritu maligno que se afinca en el cuerpo del enfermo y que el rito mágico-musical los ahuyentará y así, desaparecerá el dolor. Entre los yayuro de Venezuela, el shamán canta una larga melodía mientras  agita su maraca, en cuya superficie están dibujadas las principales divinidades que visita con sus trances. 

Dentro del entorno de los shamanes americanos, la maraca es algo así como el bisturí en las manos de un cirujano, en ellas centran todo, o casi todo, el poder curativo de sus canciones; por lo que se puede deducir que,  el poder curativo del shamán reside en su sonaja y sin ella su fuerza desaparece. 

El principio de la composición es abordado por el soporte electrónico que nos servirá como elemento dinamizador de toda la obra. A continuación recurre al pizzicato del contrabajo para evocarnos, por medio de él, los chasquidos y estallidos que se producen cuando comienza  a arder la pira de leña que servirá para calentar las piedras volcánicas que caldearán el habitáculo del Temascal. 

Fuente: Baldomero Llorens, artículo publicado en http://www.tallersonoro.com/anterioresES/actual/BLlorens.htm

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