Nacido en el seno de una próspera familia londinense, el compositor y escritor Arnold Bax (1883-1953) era el perfecto gentleman inglés: refinado, elegante, con una amplia cultura y afecto al criquet. Como músico, su abundante producción abarca canciones, obras corales, piezas para piano solo, música de cámara, siete sinfonías y 22 poemas sinfónicos, de los que quizá los más conocidos sean In the Faëry Hills (1909), The Garden of Fand (1913-1916), November Woods (1917) y, sobre todo, Tintagel (1917-1919). En 1942 fue nombrado Master of the King’s Music, y pasó sus últimos años alejado de la música y viviendo en apacible retiro en el pequeño poblado de Storrington, en Sussex, donde escribió un libro de memorias titulado Farewell, My Youth.
Sin embargo, tras la aparente respetabilidad que emanaba de su persona, Arnold Bax ocultaba una agitada vida privada caracterizada por un muy peculiar historial amoroso. En 1910 el compositor viajó al Imperio Ruso solamente para seguir a Natalia Skarginska, una joven ucraniana que había conocido en Londres y a la que dedicó su Sonata para violín No. 1. Cuando se cansó de cortejar sin éxito a Skarginska, Bax regresó a Inglaterra, y en enero de 1911 se casó con la pianista Elsa Sobrino, con quien se mudó a un acomodado barrio de Dublín. La pareja tuvo dos hijos y Arnold Bax se hizo de cierto renombre en los círculos literarios de la capital irlandesa escribiendo relatos y poemas que firmó con el seudónimo de Dermot O’Byrne. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el inquieto artista quedara prendado de la belleza de la joven pianista Harriet Cohen (1895-1967), a la que conoció en 1912, cuando él tenía 29 años de edad y ella 17. Al principio meramente profesional, la relación entre Bax y Cohen se convirtió en romance en 1914, y este intenso amor quedó plasmado en un gran número de hermosas piezas que el compositor escribió para ella. En marzo de 1918, Bax abandonó a su esposa y a sus hijos para establecer su nuevo nido de amor en Swiss Cottage, Londres. Pero no habían pasado ni diez años cuando tuvo que empezar a tomar medidas para que Harriet no se enterara de que estaba sosteniendo un romance con una tímida muchachita llamada Mary Gleaves, a la que había conocido en casa de su amigo Grant Oliver. La habilidad del músico en este asunto tan delicado fue tal, que logró continuar su relación con ambas mujeres durante más de 20 años sin que una se enterara de la existencia de la otra. De manera muy singular, esta doble vida proporcionó a Arnold Bax un sereno equilibrio como persona y como artista, porque en Harriet Cohen había encontrado a su musa creativa, mientras que en Mary Gleaves había encontrado a la compañera de su vida.
Y es este aspecto de la personalidad de Arnold Bax lo que el cineasta británico Ken Russell (1927-2011) tomó como eje para elaborar su mediometraje televisivo La vida secreta de Arnold Bax (1992), episodio imaginario que se ubica en un difícil momento de la complicada vida de pareja entre el gran músico inglés y la pianista Harriet Cohen. Aunque cada vez más alejado de la labor compositiva porque sentía que su carrera estaba en declive y que sus obras no interesaban al público, Bax acaba de escribir la música de Oliver Twist (David Lean, 1948). Acompañado por el compositor John Ireland (1879-1962), nuestro protagonista asiste a una proyección de esa película, donde su implacable colega revive la controversia antisemita generada por la caracterización de Alec Guiness como el judío Fagin y, de paso, hace una dura crítica a la banda sonora. Desalentado, Bax regresa a su casa para encontrarse con que Harriet acaba de enterarse, casi un año después y de manera accidental, de que Elsa Sobrino, la esposa legal del compositor, lleva ya bastante tiempo muerta y enterrada. Peor aún, Harriet reclama su derecho a convertirse, después de más de 30 años de espera, en la nueva señora Bax. Sin embargo, el músico solo sabe una cosa con certeza: no quiere volver a casarse. Pero… ¿entonces dónde queda su lealtad hacia la pianista? Harriet lo ha acompañado en las buenas y en las malas, y se ha dedicado en cuerpo y alma a difundir su obra. ¿Debe agradecerle casándose con ella? ¿No están mejor sin esa atadura religiosa y legal? Pareciera que Arnold Bax se encuentra atrapado en un callejón sin salida, pero es entonces cuando el agobiado compositor conoce a Annie, una atractiva bailarina de burlesque que despierta en él una inspiración que cada vez le es más difícil encontrar…
Con una sencilla estructura narrativa y visual totalmente alejada de los acostumbrados excesos cinematográficos de Ken Russell, La vida secreta de Arnold Bax es un interesante trabajo donde se esboza la dimensión humana de uno de los grandes compositores ingleses de la primera mitad del siglo XX. Actor ocasional, el propio Russell decidió hacerse cargo (por primera y única vez en su carrera) del papel protagónico, ya que a la sazón tenía 65 años, la misma edad que Arnold Bax en el momento de la crisis abordada en la película. Curiosamente —y de manera similar a lo acontecido con Bax— durante la filmación de este mediometraje el veterano cineasta terminó enamorándose de Hetty Baynes, la joven bailarina y actriz que personifica a Annie, quien se convirtió en la tercera de las cuatro esposas que tuvo a lo largo de su vida. Completan el reparto la reconocida actriz Glenda Jackson como Harriet Cohen (su último papel antes de abandonar la actuación para dedicarse de lleno a la política) y Kenneth Colley —uno de los actores habituales en los filmes de Ken Russell— como John Ireland. Disfruten nuestros amables lectores La vida secreta de Arnold Bax