Elgar: Fantasía de un compositor en bicicleta

Elgar: Fantasía de un compositor en bicicleta

Compositor autodidacta de tardía fama —las Variaciones Enigma, primera de sus obras que alcanzó gran popularidad, fueron compuestas en 1899, cuando contaba cuarenta años de edad—, el inglés Edward Elgar (1857-1934) no solo es uno de los más destacados representantes del legado musical de la Gran Bretaña de finales del siglo XIX y principios del XX, sino que también fue un hombre que se deleitaba con pasatiempos tan dispares como la química, el fútbol (era fan del Wolverhampton Wanderers Football Club, equipo para el que escribió el himno He Banged The Leather For Goal), las carreras de caballos y los paseos en bicicleta.

Esta última afición, quizá la más conocida del compositor, fue la que utilizó el cineasta Ken Russell (1927-2011) como hilo conductor del mediometraje Elgar: Fantasía de un compositor en bicicleta (2002), elegante biografía de aliento evocativo exquisitamente filmada que puede contarse entre los trabajos más austeros del provocativo realizador británico. En esta película Russell prescinde totalmente de los diálogos entre personajes y deja hablar por sí sola a la música de sir Edward Elgar (Introducción y allegro para cuerdas, Salut d’Amour, el interludio In Shallow’s Orchard de Falstaff, la obertura Cockaigne, el Cuarteto para cuerdas No. 1, entre otras piezas), con breves intervenciones aclaratorias de nombres y fechas por parte de un narrador (el escritor, periodista y locutor Melvyn Bragg). Ya en 1962 Rusell había explorado la vida de Edward Elgar en el mediometraje televisivo Elgar: Retrato de un compositor, filmado en blanco y negro y donde alterna imágenes de archivo con recreaciones de algunos de los episodios más importantes en la vida del compositor, todo con acompañamiento de comentarios en off. Sin embargo, es en Elgar: Fantasía de un compositor en bicicleta donde el cineasta consigue un efecto emocional más profundo, ya que el peso narrativo dado a la música nos permite un inusual acercamiento a la dimensión humana del compositor. Además, y esto el amable lector lo comprobará por sí mismo, la sobria estructura de la película se antoja tan disfrutable y amena como, precisamente, un buen paseo en bicicleta. 

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