Cuarta sinfonía op. 63 de Jean Sibelius (1865-1957)

Cuarta sinfonía op. 63 de Jean Sibelius (1865-1957)

Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca, dirige Esa-Pekka Salonen

La Cuarta sinfonía de Jean Sibelius debe situarse como una de las obras más singulares de su catálogo. Lo es por su peculiar sentido de la forma, por su orquestación exquisitamente camerística, por su trabajo motívico, pero sinfonías posteriores llegarán más lejos en esos términos. Lo que la hace única es su extraordinaria sobriedad emocional, que colinda con el expresionismo, su lenguaje tonal, que utiliza libremente escalas modales, y que llega al límite mismo del diatonismo.

Pero también la Cuarta sinfonía constituye una partitura única dentro su ciclo sinfónico, por ser sin duda la más subjetiva de sus obras. No tanto en el sentido de querer plasmar sus sentimientos o pensamientos personales, sus notas plasman, más que nunca, antes o después, su estado de ánimo. “Una sinfonía psicológica” y “una sinfonía espiritualizada”: así la llegó a definir el autor años más tarde.

En 1908 los médicos hallan en la garganta del compositor un tumor, que tras diversas dificultades consiguieron extirpar. Pero la amenaza a la vida puso a Sibelius en un estado de ánimo existencialista, tremendamente pesimista,  que se trasladó de manera más que visible a su estilo musical, dando lugar al “periodo oscuro” de su producción. La Cuarta no sólo es el mejor ejemplo de esas nuevas y sobrias sonoridades, de este lenguaje esencialista y aforístico, sino que además es la partitura donde más lejos llevó las intuiciones de este periodo.

Jean Sibelius se había desmarcado de la tradición romántica con su Tercera sinfonía, ahondando en una búsqueda formal, preocupado por problemas puramente musicales. Su Cuarteto Voces intimae traza un puente entre los hallazgos de esa sinfonía y lo que será la Cuarta, ya dentro del estilo introspectivo. Cuarteto y sinfonía guardan una estrecha relación. El tema del tercer tiempo de la obra orquestal de hecho aparece inicialmente esbozado para cuarteto de cuerda. Para mayor conexión el tema señalado de la sinfonía aparece trabajado en una página suelta de nuevo para cuarteto de cuerda. El musicólogo Harold Johnson, ha especulado sobre la posibilidad de que la sinfonía naciese de hecho como un nuevo trabajo cuartetístico. En cualquier caso la orquestación de la sinfonía es intensamente camerística y deja un gran protagonismo a la cuerda y a sus entrelazados polifónicos.

En 1909 la idea de comenzar una nueva sinfonía flotaba en el aire – “será visionaria”, previó Axel Carpelan tras conocer la Tercera – cuando nuestro músico realiza la ascensión a un monte que será en el fondo un viaje hacia su yo más profundo…

Hacia el mes de noviembre ya ha empezado a escribir la obra, o al menos a esbozarla, mientras compone también In memoriam op. 59 y La dríade op. 45 no. 1, trabajos orquestales que guardan más de un nexo musical con la futura sinfonía.

La doble barra final se alcanza el 2 de abril: “la sinfonía está lista. Iacta alea est! [“La suerte está echada”, la conocida frase latina atribuida a Julio César] Exige mucho coraje mirar a la vida directamente a los ojos.” Sibelius la concluyó en tiempo justo para terminar de copiar las particellas y ensayarla para el estreno, que tendrá lugar al día siguiente en la Sala de la Universidad de Helsinki.

Sin embargo, aún la obra no estaba del todo finalizada. Sibelius pasó las siguientes seis semanas preparándola para la edición, y durante el proceso revisará varios pasajes, principalmente la segunda parte del segundo movimiento (que crecerá 20 compases) y algunos episodios del cuarto (12 compases más largo), dando como resultado la obra que actualmente conocemos.

La obra desconcertará al público, en uno de los estrenos más difíciles que vivió Sibelius, dada la fría recepción de la audiencia.

Fuente: David Revisa Velasco para sibeliusencastellano

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